domingo, 11 de enero de 2015

GIRAS MISIONERAS DE PABLO ENTRE LOS GENTILES

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Giras misioneras de Pablo entre
los gentiles, 45–58 d.C.
Hechos 13—21.26


I. LA PRIMERA GIRA (Hechos 13—14)
1. El impulso misionero. Por todo un año, Bernabé y Saulo habían trabajado juntos en Antioquía. La iglesia había crecido enormemente en número, y, lo más importante, en espiritualidad. Su liberalidad había sido mostrada al enviar a Bernabé y a Saulo a
Jerusalén, con una contribución para los necesitados entre los hermanos judíos (Hechos 11.27–30). Era rica en maestros (Hechos 13.1), entre los cuales Bernabé es nombrado de primero, y Saulo de último. La obra de una evangelización más amplia parece haber estado en los corazones de ellos, pues, “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”.1 Jerusalén llegó a ser un centro misionero por la fuerza externa de la persecución; Antioquía, por el impulso interno del Espíritu Santo.

2. La visita a Chipre. El primer campo escogido fue Chipre, la cual se avistaba desde tierra firme, y era la tierra natal de Bernabé. Juan Marcos, quien había regresado con ellos desde Jerusalén (Hechos 12.25), acompañó a los misioneros. Después de predicar en Salamina, la antigua capital griega, hacia el extremo oriental de la isla, pasaron a Pafos, la capital romana, hacia el extremo occidental. Aquí, el gobernador romano, Sergio Paulo, se convirtió en creyente. Su conversión fue resistida por un hechicero judío, llamado Barjesús. Ante esta crisis, Saulo toma el liderazgo. Consciente de la inspiración divina y del poder apostólico, se volvió al impostor con una avergonzante reprensión, y le anunció que quedaría ciego en ese mismo instante, lo cual era el juicio divino por su hipocresía. Desde ese momento en adelante Saulo, es llamado Pablo, y se convierte en el líder reconocido.

3. La gira por Asia Menor. 1 Hechos 13.2.
Los misioneros después volvieron sus rostros en dirección a Asia Menor. Por varios años, Pablo había estado en su provincia natal de Cilicia. Las provincias que ahora visitaba se situaban al norte y al oeste de Cilicia. En el puerto de Perge, Juan Marcos abandonó la obra, y regresó a Jerusalén. Pablo y Bernabé continuaron por los escabrosos distritos de montaña, rodeados de “peligros en ríos, peligros de ladrones, peligros de los de [su] nación, peligros de los gentiles” (2 Corintios 11.26). Visitaron sucesivamente Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, y regresaron por la misma ruta. En Antioquía, Pablo predicó en la sinagoga, su primer sermón en detalle. Rechazado por el cuerpo de judíos, se volvió a los gentiles. “… al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1.16), —tal fue el orden que siguió en todo lugar.
En todo lugar la obra de ellos estuvo llena de conversiones y sufrimientos. En Listra, donde Pablo sanó a un cojo de nacimiento, fueron primero adorados como dioses por la supersticiosa muchedumbre, y luego, por instigación de los judíos de Iconio, Pablo fue apedreado y dado por muerto. Regresando a Antioquía, llenos de gozo, como descubridores ante el hallazgo de un nuevo mundo, informaron a la iglesia que los había enviado.

II. LA SEGUNDA GIRA (Hechos 16—18.22)
1. El intervalo; el concilio de Jerusalén. Las nuevas condiciones dan lugar a nuevas preguntas. La iglesia está superando, rápidamente, su fase judía. Pero los cristianos de origen judío fueron lentos para elevarse a la sublime universalidad del evangelio. La objeción a que los gentiles entraran a la iglesia, por la obediencia al evangelio, había sido dirimida con el caso de Cornelio. Pero, ¿no debían ellos ser cristianismo simplemente una nueva y revisada edición de judaísmo? De esta manera contendían los que vinieron a Antioquía provenientes de Jerusalén. La cuestión era seria; amenazaba la paz de la iglesia de Antioquía, y tenía relación vital con las labores misioneras del futuro. Pablo y Bernabé fueron, entonces, enviados a Jerusalén con la cuestión. En el concilio, presidido por Jacobo, y en el cual participaron Pedro, y Pablo, y Bernabé, la cuestión fue decidida en favor de la libertad. Si hubiese sido decidida en forma contraria, el cristianismo podría haber perecido en su cuna.

2. El desacuerdo entre Pablo y Bernabé. Poco después del concilio, Pablo le propuso a
Bernabé volver a visitar las iglesias que habían plantado. Bernabé quería llevar a su sobrino, Marcos (Colosenses 4.10), nuevamente; pero Pablo desconfiaba de él, por causa de su previa deserción. La contienda fue tan aguda que Pablo y Bernabé se separaron. Es bueno saber que Marcos fue después restaurado a la confianza de Pablo (2 Timoteo 4.11).

3. Segunda visita a Asia Menor. Cuando Pablo y Bernabé regresaron del concilio, Silas los había acompañado. Pablo lo eligió como su compañero de viaje, y yendo por tierra a través de Siria y Cilicia, hizo la visita que se había propuesto, a las iglesias. En Listra halló a un joven discípulo llamado Timoteo. El padre de éste era griego; pero había sido criado religiosamente por su madre judía Eunice, y su abuela Loida (2 Timoteo 1.5). Era sin duda un convertido que Pablo había hecho en su primera gira, y un testigo de sus sufrimientos en Listra. Uno de los más hermosos rasgos del carácter de Pablo era su capacidad de atraer, fuertemente, a jóvenes a su propia vida de labor sacrificada; y Timoteo llegó a ser, a partir de este momento, uno de los más íntimos colaboradores de Pablo.
Pero Pablo tenía planes más grandes que el volver a visitar iglesias ya establecidas; de manera que se impulsó a hacer nuevas conquistas en Frigia y Galacia. Y Dios le tenía planes todavía más grandes que los de él; pues, cercándolo, por la derecha y por la izquierda, lo guió hasta Troas. Allí tuvo una visión, un varón macedonio le decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”.2 Ése fue un tiempo significativo, el que Pablo pasó en Troas. Detrás de él estaba Asia, con su poderoso pasado; ante él estaba Europa; a lo largo de la futuro. “Apunta a Europa. Conquista el futuro”.

4. El evangelio es plantado en Europa; el comienzo en Filipos.
Estando en Troas, a Pablo se le unió Lucas, tal como se muestra con el uso del pronombre “nosotros”. Navegando a Neápolis, los misioneros continuaron hacia Filipos, la ciudad principal del distrito. Filipos era una ciudad militar, no mercantil, y por lo tanto, tenía pocos judíos, y no había sinagoga. Pero las mujeres hacían una oración el día de reposo junto al río, a la cual Pablo asistió. Fue en aquella reunión para orar junto al río, que el cristianismo comenzó su obra regeneradora en Europa, y una mujer comerciante, llamada Lidia fue su primer fruto. Los misioneros pronto tuvieron una no solicitada propaganda en los clamores callejeros de una esclava endemoniada. Por echar el demonio de la doncella, y por destruir la fuente de ganancia de los amos de ella, Pablo y Silas fueron azotados y encarcelados bajo el cargo de introducir costumbres ilegales. Los cantos de ellos por la noche, y un terremoto que sacudió y abrió las puertas de la prisión, hizo caer al carcelero pagano, de rodillas ante ellos; y antes de que brillara la luz de la mañana, éste y los de su casa eran creyentes bautizados que se regocijaban en Dios.

5. Viaje desde Filipos hasta Atenas. Dejando a Lucas, y tal vez, a Timoteo, para que cuidara de la iglesia infante, viajaron en dirección oeste sobre la Vía Egnatia, la gran carretera militar que comunicaba el Mar Negro con el Adriático. Pasando por Anfípolis y por Apolonia, llegaron a Tesalónica, la metrópolis de Macedonia. Aquí Pablo, “como acostumbraba”,3 predicó a Cristo, en la sinagoga por varios días de reposo. Unos pocos judíos y una multitud de griegos creyeron; pero los judíos incrédulos, tal como era costumbre de ellos, levantaron una tormenta de persecución, ante la cual los misioneros huyeron a Berea. Más nobles que los Tesalonicenses, los judíos de Berea escudriñaban las Escrituras, diariamente. Esto dio como resultado que hubiese numerosos convertidos, tanto de origen judío, como griego. Con una persistencia digna de una mejor causa, los judíos de Tesalónica siguieron a Pablo hasta Berea. Bajando al mar, Pablo navegó hacia Atenas.

6. Pablo en Atenas. Atenas, jamás desempeñó un papel tan conspicuo en la historia cristiana, como sí lo hizo con la clásica. Sin embargo, fue de profundo interés, cuando las glorias de la Atenas antigua fueron confrontadas por primera vez, con las glorias más espirituales de la cruz. Pablo les había enviado un mensaje a Silas y a Timoteo, pidiéndoles que se le unieran en Atenas. Mientras tanto, su alma estaba enardecida por la espléndida idolatría alrededor suyo, y emprendió la predicación de la nueva fe en la sinagoga, así como en el Ágora, o sitio de reunión pública de la ciudad. La curiosidad de ciertos filósofos fue provocada, y éstos llevaron a Pablo al Areópago, donde se sentaba la más venerada y erudita corte de Atenas. En aquel sitio, tan rico en asociaciones históricas, Pablo pronunció uno de sus discursos maestros, el segundo que nos ha llegado. Hay contrastes marcados entre el primero (Hechos 13.16–41), predicado en la sinagoga de Antioquía a una audiencia de judíos orgullosos de su historia nacional y de las sublimes profecías, y este segundo discurso, pronunciado en el Areópago de Atenas a unos griegos cultivados, en presencia de las más maravillosas obras de arte de todos los tiempos. Pero aunque los argumentos y las líneas de abordaje difieran, el fin es el mismo —predicar a Cristo y a éste crucificado, Cristo y la resurrección. Pero los cultivados atenienses estaban tan aferrados a sus filosofías, como los judíos a sus tradiciones. No obstante, unos pocos fueron ganados para Cristo, entre los cuales estaba Dionisio, uno de los jueces del Areópago, y una mujer llamada Dámaris.
Haciendo una comparación entre Hechos 17.15–16 y 1 Tesalonicenses 3.1, resulta claro que Timoteo se reunió con Pablo en Atenas, y que fue enviado por éste de regreso a Tesalónica. Atenas era una de las pocas ciudades, en las cuales Pablo no sufrió persecución; pero fue un campo sin fruto, y pronto la dejó para ir a Corinto.

7. La larga permanencia de Pablo en Corinto. En los tiempos de Pablo, Atenas era la “Boston”, Corinto, la “New York”, de Grecia. A esta gran metrópolis comercial entró Pablo con gran temor y temblor (1 Corintios 2.3). Se sentía agobiado por su relativo fracaso en Atenas. Estaba sin dinero y solo. Se vio obligado a recurrir a su oficio de hechura de tiendas para suplirse su pan de cada día. Pero Pablo jamás dejaba pasar mucho tiempo, antes de hallar o hacer amigos. Pronto descubrió espíritus con los cuales congeniaba, en sus iguales del mismo oficio, a Aquila y Priscila, quienes pronto llegaron a ser discípulos, si es que no lo eran ya. Trabajaba con ellos durante la semana, y predicaba los días de reposo en la sinagoga. A la llegada de Silas y de Timoteo, con contribuciones de Filipos, sus manos fueron liberadas, y por un año y medio se entregó totalmente, con gran poder, a la obra (cf. Hechos 18.5, 9–10; Filipenses 4.15). Muy pronto después de la llegada de Timoteo, les escribió su primera epístola a los Tesalonicenses (1 Tesalonicenses 3.6), y algún tiempo después, la segunda epístola. Estas son las epístolas más tempranas de Pablo que nos han llegado.

8. El regreso a Antioquía. Después de cruzar el istmo de Corinto en dirección a Cencrea, con Aquila y Priscila, Pablo navegó hacia Éfeso. Aquí, su predicación en la sinagoga cautivó tanto a sus oyentes que éstos quedaron con ganas de que se quedara; pero, con una promesa de volver, se apuró a ir a Cesarea, y de allí fue a Antioquía. Así termina la segunda y más amplia gira de Pablo. El interés se centra ahora en Europa, y se centrará por último en Roma.
III. LA TERCERA GIRA (Hechos 18.23—21.26)
1. Los tres años de Pablo en Éfeso. Después de pasar algún tiempo en Antioquía,
Pablo se despidió, por última vez, de la gran iglesia misionera. Su siguiente blanco era Éfeso. Ésta fue el centro de interés de la tercera gira. Fue bien escogida; pues lo que Antioquía era para Siria, Corinto para Grecia, y Roma para Italia, en el oeste, Éfeso lo era para la ajetreada vida del oeste de Asia Menor. Cuando viajaba hacia Éfeso, Pablo hizo una rápida gira por la antigua ruta que lo había llevado a Galacia y a Frigia. Se recordará que en su viaje de regreso, viniendo de Corinto hacia Antioquía, él habí estado en Éfeso lo suficiente, como para sentir el pulso público, y había dejado a Aquila y a Priscila, allí. En su ausencia, la obra de preparación se estaba llevando a cabo. Un elocuente judío de Alejandría, llamado Apolos, había llegado a Éfeso, predicando con gran poder el bautismo de Juan. Aquila y Priscila le instruyeron, más exactamente, en el evangelio. Apolos luego cruzó para ir a Corinto, y llevó adelante el trabajo que Pablo había comenzado con tanto éxito allí (cf. Hechos 18.27; 1 Corintios 3.4–7). Por tres meses, después de su llegada a Éfeso, Pablo predicó en la sinagoga. Se vio obligado al final, a romper con los judíos, y a formar con los cristianos, una comunidad separada. Por dos años predicó, diariamente, en la escuela de uno llamado Tiranno, llegando a multitudes de judíos y griegos de todas partes de la provincia de Asia. Fue tan grande el efecto de la predicación de Pablo, que el negocio de templecilos de Diana decayó. Una turba de plateros puso a Pablo en peligro de perder su vida. Durante la larga permanencia de Pablo en Éfeso, es probable que visitara Corinto (2 Corintios 12.14;13.1). También escribió la primera Epístola a los Corintios (cf. 1 Corintios 16.5–9; Hechos 19.20–21; 20.1). También ellos le habían escrito una carta (1 Corintios 7.1), y él les había escrito una carta a ellos (1 Corintios 5.9), ninguna de las cuales nos ha llegado a nosotros.

2. La segunda gira en Macedonia y Acaya. Después de cruzar el mar Egeo una vez más,
Pablo hizo una segunda gira a Europa, de la cual tenemos pocos detalles. Si se comparan 2 Corintios 1.8–10 y 2.12–13 con Hechos 20.2, resulta claro que la segunda epístola a los Corintios fue escrita en algún momento de este viaje a Macedonia. Al llegar a Corinto se quedó allí tres meses. Durante ese tiempo escribió la Epístola a los Romanos (cf. Romanos 15.25–26; Hechos 20.3–4; 24.17), la cual probablemente envió por medio de Febe de Cencrea (Romanos 16.1). En algún momento de esta tercera gira, también escribió la Epístola a los Gálatas; y es probable que fuera en Corinto, o anteriormente en Éfeso.

3. La contribución. Pablo anhelaba ver que la pared de separación entre judíos y gentiles fuera derribada. Era algo que deseaba dentro de su corazón. A este fin entregó gran parte de su vida. Uno de los medios que empleó, fue una contribución, la cual recaudó, durante esta gira entre los gentiles, con el fin de ayudar a los hermanos pobres de origen judío, que estaban en Jerusalén. Además de varios pasajes más cortos, la totalidad de los capítulos ocho y nueve de segunda de Corintios, se relacionan con esta contribución. La misma fue recaudada en Galacia, Macedonia y Acaya (cf. 1 Corintios 16.1–3; Gálatas 2.10; Romanos 15.25–26; Hechos 24.17); el primer día de la semana (1 Corintios 16.1); y además de los llamados que hizo personalmente y por carta, empleó a Tito y a otros para recoger y llevar los fondos (2 Corintios 8.6, 18, 23; 1 Corintios 16.3).

4. El viaje de regreso. Pablo se propuso navegar desde Corinto directamente a Siria; pero algún complot de los judíos, del cual no se dan detalles, lo llevó a tomar una ruta indirecta a través de Macedonia. Un considerable grupo de amigos, viejos y nuevos, se le unieron en Macedonia (Hechos 20.4–6), entre ellos estaban Timoteo y Lucas. Es probable que este último se quedara en Filipos, desde la primera visita a ese lugar (compare el uso del pronombre “ellos” y “nosotros” en Hechos 16.10, 13, 40; 20.6). El grupo se quedó una semana en Troas, y se reunió con los discípulos que se reunieron el primer día de la semana para partir el pan (Hechos 20.7). Este pasaje es importante, porque muestra: 1) el día que los discípulos observaban; 2) la forma de observarlo.
Fue aquí donde Pablo devolvió a Eutico a la vida, pues éste se había caído de la ventana, cuando Pablo estaba hablando. Como se apuraba para estar a tiempo para Pentecostés en Jerusalén, Pablo no se detuvo en Éfeso, sino que se reunió con los ancianos de la iglesia de Éfeso, en Mileto, donde pronunció uno de los más hermosos de todos sus discursos. Una interesante ilustración de la rápida diseminación del evangelio, es el hecho de que a cualquier lugar que llegaban, ellos encontraban discípulos: Troas, Mileto, Tiro, Ptolemaida, donde el viaje por mar terminó, y en Cesarea. Aquí tuvo un encuentro con Felipe (cf. Hechos 8.40), quien tenía cuatro hijas, las cuales eran maestras inspiradas. Tanto en Tiro, como en Cesarea, Pablo fue advertido de los peligros que le aguardaban en Jerusalén; pero no había nada que pudiera desviarlo de su propósito de llevar a Jerusalén la ofrenda de paz de los gentiles para los judíos, la cual por cuatro años había estado recaudando.

5. La recepción hecha a Pablo en Jerusalén. Han pasado ya muchos años desde que Pablo se había convertido. Por cerca de doce años ha estado ocupado, plantando el evangelio en los grandes centros metropolitanos de los gentiles. Había hecho visitas rápidas, unas dos o tres veces, a Jerusalén. Una docena de años después, Tito4 estaría demoliendo las murallas de ésta. Una vez más Pablo llega; esta vez trae una ofrenda doble —las limosnas de los cristianos de origen gentil y el evangelio de la gracia de Dios, que ha inspirado el regalo. ¿Cómo lo irán a recibir? Los líderes de la iglesia de Jerusalén, por medio de Jacobo, le dan una cordial bienvenida. Pero él ha sido calumniado allí, igual que en todo lugar. Es con el fin de apaciguar el prejuicio, que él accede al consejo de Jacobo de observar ciertas ceremonias relacionadas con unos votos. Lucas no nos cuenta qué éxito pudo haber tenido esto dentro de la iglesia. Lo cierto es que no lo tuvo entre los judíos incrédulos, y Pablo pronto es arrestado en el templo por una turba, de la misma forma como él había encabezado la acción en contra de Esteban. 


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