domingo, 11 de enero de 2015

INTERVALO ENTRE EL ANTIGUO TESTAMENTO Y EL NUEVO TESTAMENTO

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Intervalo entre el Antiguo Testamento
y el Nuevo Testamento


I. INTRODUCCIÓN: ABISMO EN LAHISTORIA —FUENTES DE INFORMACIÓN
Entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se extiende un abismo histórico de cuatrocientos años. Fue durante esos siglos cuando Grecia produjo sus obras maestras de la literatura y del arte; cuando Alejandro llevó el poder de las armas y el más beneficioso poder de las artes griegas a todo el Oeste de Asia. Al mismo tiempo, Roma, después de haber sido una ciudad fronteriza, asentada junto al Tíber, había crecido hasta llegar a ser la vasta “Monarquía del Mediterráneo”; algo que, sin proponérselo, le sucedió por medio de sus carreteras, sus leyes y su civilización, a través de lo cual se preparó el camino para todavía una mayor extensión del reino de justicia de Dios. Durante estos siglos la voz del profeta hebreo y la pluma del historiador inspirado estuvieron igualmente silenciadas. Dependemos de tres fuentes principales para poder tener conocimiento acerca de los asuntos de los judíos:

1. Los documentos apócrifos del Antiguo Testamento. Éstos son escritos judíos de este período; constituyen una especie de apéndice del Antiguo Testamento, el cual no fue inspirado. Éstos arrojan considerable luz sobre la historia de aquel tiempo; pero caen muy por debajo del nivel de los libros canónicos. Mientras que los monumentos de Egipto, los ladrillos con inscripciones de Babilonia, las tabletas de arcilla de Nínive, y una multitud de otros descubrimientos confirman cada vez más la precisión histórica de los registros de la Escritura, los escritos apócrifos han demostrado tener abundantes anacronismos y otros errores históricos y geográficos. De entre los apócrifos, el primer libro de los Macabeos es el más valioso de la colección, desde el punto de vista histórico.

2. Los escritos de Josefo. Josefo fue un historiador judío, nacido en el 37 d.C. Sobrevivió el sitio y la destrucción de Jerusalén, por parte de
Tito, y escribió dos obras importantes: “Antigüedades de los judíos”, la cual es una historia completa desde la creación, y “Guerras de los judíos”, la cual da un relato de la historia de su propio pueblo, desde el 170 a.C., hasta su propio tiempo.
3. Los escritores romanos y griegos.

II. PERÍODOS POLÍTICOS
La historia política abarca seis períodos: 1) Los persas; 2) Los macedonios; 3) los egipcios; 4) los sirios; 5) los macabeos, o período independiente; y 6) los romanos.
1. El período de los persas (538–332 a.C.). Este período comienza con la toma de Babilonia, por parte de Ciro el Grande, y el consiguiente traslado de la lealtad de los judíos hacia el poder persa. Por lo tanto, la más grande porción del período está cubierta por el período del postexilio, de la historia del Antiguo Testamento. Mientras estuvieron bajo el dominio de los persas, los judíos fueron usualmente gobernados por su propio Sumo Sacerdote, el cual estaba sujeto al sátrapa o gobernador sirio. El gobierno persa fue blando en gran manera. Los problemas continuaron con los samaritanos. Éstos, como se recordará, constituían un remanente de las diez tribus, el cual se amalgamó con asirios importados. Éstos estuvieron reforzados, a menudo, por judíos renegados, uno de los cuales, un sacerdote llamado Manasés, construyó un templo sobre el monte Gerizim, cerca del 400 a.C. (cf. Juan 4.20). Los samaritanos poseían el Pentateuco, creían en Dios, ofrecían sacrificios y esperaban un Mesías. La religión de ellos se puede describir como un judaísmo degenerado. 2. El período de los macedonios (332–323 a.C.). En la primavera del 334, Alejandro entró en Asia cuando cumplía con su inigualable serie de conquistas. Al derrotar a Darío en Granicus y en Issus, y al tomar a Tiro, después de una obstinada resistencia de siete meses, barrió a través de Palestina con el fin de llegar hasta Egipto. Josefo menciona una interesante historia acerca de cómo Jaddua, el sumo sacerdote, andando éste a la cabeza de una procesión, se encontró con Alejandro fuera de la ciudad de Jerusalén. También describe cómo Alejandro fue movido a una inusual reverencia al ver aquella procesión; y cómo se abstuvo de saquear a la ciudad, lo cual usualmente hacía; y cómo ofreció adoración al Dios de los judíos; y cómo les explicó a sus oficiales, que su inusual conducta obedecía a un sueño que tuvo en Macedonia, en el cual había visto al sumo sacerdote, quien allí le dijo que él debía conquistar a los persas.1 De todas formas, Alejandro y sus sucesores, parecen haber estado impresionados por el valor de los judíos como colonizadores que eran; pues les extendieron privilegios a los colonos judíos, tales como el asentarse en el Nilo; al punto que Alejandría llegó a ser el centro de una gran población judía, y una sede de erudición judía. 3. Período egipcio (323–204 a.C.). Alejandro murió en Babilonia en el 323 a.C. Después de veinte años de confusa lucha entre sus generales por la división de su imperio, alguna medida de orden emergió. Seleuco obtuvo la parte más grande de las provincias asiáticas. Éste, al pasar por las capitales antiguas del oriente, tales como Susa, Babilonia y Damasco, fundó sobre el Orontes, cerca del Mediterráneo, la  espléndida ciudad de Antioquía. De allí que, por dos siglos y medio, los seléucidas (descendientes de Seleuco) gobernaran al rico reino sirio, y allí, por varios siglos más, se concentró la riqueza y la cultura de Asia. Ptolomeo ganó a Egipto, con su nueva capital, Alejandría, la cual rápidamente llegó a ser la metrópolis comercial y literaria de todo el oriente. Estos dos reinos y capitales fueron rivales por mucho tiempo. Ptolomeo, desde el comienzo, le arrebató Palestina a Seleuco. El siglo durante el cual gobernó Ptolomeo fue principalmente, un período de prosperidad para los judíos. El evento más notable fue la traducción de las escrituras hebreas al griego, lo cual se hizo por orden de
Ptolomeo Filadelfo, para la gran biblioteca de Alejandría. La obra se conoce como la Septuaginta, a raíz del tradicional número de traductores que participaron. 4. El período sirio (204–167 a.C.). Palestina llegó a ser, nuevamente, materia de desavenencia entre los poderes rivales. La familia seléucida, al final recuperó la tierra de manos de los Ptolomeos. El período de gobierno sirio fue el más oscuro y, sin embargo, el más glorioso de todos los cuatrocientos años. Los seléucidas eran tiranos disolutos. Antíoco Epifanio (175–164 a.C.) fue el más notorio de todos ellos. Al regresar, en una ocasión, de ser derrotado en Egipto, se desahogó de su venganza con Jerusalén. Masacró a cuarenta mil personas de su población, despojó el templo de sus tesoros, y ultrajó el sentimiento religioso de los judíos sacrificando una puerca sobre el altar, y rociando el interior del templo con el licor, en el cual una porción de la inmunda bestia, había sido hervida. Buscó, por todos los medios, la manera de acabar con la religión y el espíritu hebreos, y de hacer griega a la nación. Cerró el templo, y prohibió la religión judía bajo pena de muerte. Fueron multitudes de judíos, los que heroicamente sacrificaron sus vidas antes que su fe. Los líderes de esta heroica resistencia pertenecieron a una familia de sacerdotes patriotas conocidos como los Macabeos. 5. El período de los Macabeos (167–63 a.C.). Una guerra de independencia fue iniciada por un anciano sacerdote llamado Matatías, y ésta fue continuada durante treinta años por sus hijos. Judas, el “Wallace” judío, ganó cinco batallas en un año, las cuales peleó contra un ejército diez veces mayor que el suyo; y ganó también el título de “Macabeo” (Martillo), el cual se había asociado con la familia. Judas tuvo tanto éxito, que abrió de nuevo el templo, lo limpió y lo volvió a dedicar, en memoria de lo cual, la fiesta de la Dedicación continuó siendo observada (Juan 10.22). Judas, por fin cayó en batalla; pero una independencia llena de problemas fue, por fin, ganada por su hermano Simón, la cual fue reconocida por los sirios. Juan Hircano, el hijo de Simón, le sucedió con el título de rey. Así, fue fundado el reino asmoneo, llamado a sí en honor a Asmón, un antepasado de los Macabeos. 6. El período romano (63 a.C. al 70 d.C., desde la toma de Jerusalén, por parte de Pompeyo, hasta la destrucción de ésta por parte de Tito). Los años de cierre del período de los Macabeos fueron años de miserables luchas civiles. Los diferentes miembros de la familia de los asmoneos rivalizaron por alcanzar al trono; y las conspiraciones y las reacciones a éstas, los asesinatos en uno y otro bando y las búsquedas de apoyo de parte del emergente poder de Roma, mancharon los registros históricos. En el año 63 a.C., Pompeyo el Grande, al concluir éste la tercera guerra Mitridática, dirigió sus victoriosas legiones a Siria, acabó con el reino de los seléucidos y, con la toma de Jerusalén, extinguió las últimas chispas de vida política independiente que tenían los judíos. Por un tiempo los asmoneos continuaron siendo los gobernantes locales, sin embargo, estaban sujetos, por medio del gobernador romano de Siria, al despótico poder que emanaba del Tíber. La familia herodiana. Pero esta vez, una nueva fuerza personal entra en escena. Por un siglo la familia herodiana desempeñó el papel principal en la historia judía; fue un siglo trascendental, el cual fue testigo del nacimiento y obra de Jesucristo, y de la fundación de la iglesia. Herodes el Grande (37– 4 a.C.) era descendiente de idumeos (edomitas). En el 47 a.C. su padre, Antípater, fue hecho gobernador de Judea. Al mismo tiempo, Herodes fue hecho gobernador de Galilea. En el 40 a.C. fue nombrado rey de Judea por el senado romano, pero tenía que conquistar su reino, lo cual logró en el 37 a.C. Se casó con Mariamne, la nieta del sacerdote rey judío, Hircano, uniendo así sus pretendidos derechos al trono a los de la línea de los asmoneos. Herodes poseía un genio para el gobierno, el cual fue raramente igualado; pero sus vicios eran aún mayores. Fue inescrupuloso en los medios, crasamente licencioso, y enfermizamente desconfiado. Así, víctima tras víctima cayó ante sus fatales celos; entre éstas: su suegra, su cuñado, dos de sus hijos y su propia bella Mariamne. Atrajo sobre sí el odio de los judíos al introducir razas y otras costumbres griegas a Jerusalén. Para expiar su culpa por esto, ante los ojos de ellos, reconstruyó el templo, haciéndolo mucho más grande que el de Salomón, y vastamente más rico que el de Zorobabel. También reconstruyó la antigua ciudad de Samaria, llamándola Sebaste, y fundó la nueva ciudad de Cesarea, haciéndola la capital política de Palestina. A pesar del hecho de que “su trono estaba bañado con la sangre de sus allegados”, le dio al reino el más grande esplendor externo que jamás conoció, excepto en los reinados de David y Salomón. Sin embargo, todo este esplendor material no pudo cegar a los judíos, los cuales estaban orgullosos de su linaje y de su glorioso pasado, al hecho de que eran una raza sujeta. Sus cadenas pudieron haber estado bañadas en oro, pero no por ello dejaban de ser cadenas. Herodes mismo era de una raza extranjera y el gobernó como representante de otra raza extranjera. El tabernáculo de David estaba, al fin y al cabo, caído, y los espíritus electos de la nación, el “Israel dentro de Israel”, esperaba y anhelaba a aquel que habría de levantarla y construirla como en tiempos pasados (Amós 9.11).

III. CAMBIOS EN LA VIDA Y ENLAS COSTUMBRES
1. Ocupación. Los hebreos fueron originalmente agricultores y criadores de ganado. En los días de Salomón, y bajo el reinado de algunos de los reyes posteriores, se involucraron en alguna medida, en el comercio exterior. Pero la amplia dispersión, la cual tuvo lugar desde la época de la cautividad en adelante, los convirtió en una nación de comerciantes, una característica que jamás perdieron.

2. Idioma. Los grandes cambios también se dieron en el idioma. Desde los tiempos de la cautividad las formas caldeas, sirias, y persas ya se habían introducido y, con el paso de los siglos, el resultado fue similar a lo que ocurrió en Italia con la invasión de los bárbaros. El italiano moderno no es el latín clásico; aunque sus raíces se encuentran en éste. Similarmente, el hebreo clásico llegó a ser una lengua muerta, y el arameo llegó a ser el idioma común en Palestina, al comienzo de la era cristiana.
3. Religión. Los cambios en la religión se pueden resumir así: a. La idolatría desaparece para siempre.— Hicimos notar que antes de la cautividad, había una constante tendencia a imitar la adoración pagana que había alrededor de ellos. Al final esto abrió paso a un intenso aborrecimiento de todo lo que tuviera sabor a paganismo. b. Surgimiento de la sinagoga.— No hay traza de la sinagoga en el Antiguo Testamento. Es posible que ésta surgiera durante la cautividad debido a la ausencia de los servicios del templo. Bastaban diez hombres para formar una sinagoga. Había cientos de ellas en Jerusalén, y en muchas de las grandes ciudades del imperio. Los servicios consistían de oraciones diarias a las horas del sacrificio diario, de lecturas el día de reposo y de exposiciones de las Escrituras; y cerraban con una bendición. c. Surgimiento de las sectas judías.— Éstas fueron: 1) Los fariseos, los cuales se apegaban a una ley oral de Moisés, transmitida por la tradición, la cual tenía igual autoridad a la ley escrita. Se apegaban tenazmente a la doctrina de la resurrección y de una vida futura. Eran separatistas rígidos, se oponían a la introducción de costumbres gentiles. Realmente constituían la mejor porción de la nación, lo cual preservó la identidad nacional, en medio de las fuerzas desintegradoras que estaban en acción. 2) Los saduceos. Éstos se oponían a los fariseos en todos los puntos anteriores, negaban la autoridad de la ley oral, negaban la resurrección y una vida futura, y favorecían un trato libre con las naciones que había alrededor de ellos, con las costumbres y con las ideas de ellas. Eran los políticos que abogaban por mantener el favor de los romanos. El sumo sacerdote era, usualmente, del partido de los saduceos. 3) Los escenios eran una pequeña secta de ascéticos que se retiraban de la sociedad, no se casaban, y se pasaban el tiempo dedicados a la contemplación. Ellos eran los ermitaños judíos. Así estaba la tierra, tal era el estado de la nación, en la víspera de la más grandiosa era del mundo. El lado carnal del pacto abrahámico ha llegado y ha ido más allá de su más grande desarrollo. El lado espiritual, ensombrecido por tanto tiempo, pero recalcado cada vez más por los grandes profetas conforme los siglos pasan, está ahora a punto de hallar su amplio cumplimiento.
La estaca llena de espinos, del judaísmo ha madurado, y está a punto de florecer para convertirse en la religión, a nivel mundial, de Jesús el Cristo.

Clasificación de los 27 libros del Nuevo Testamento
1. Biografía
A. Mateo
B. Marcos
C. Lucas
D. Juan
2. Historia
A. Hechos
3. Epístolas paulinas
A. Romanos
B. 1 Corintios
C. 2 Corintios
D. Gálatas
E. Efesios
F. Filipenses
G. Colosenses
H. 1 Tesalonicenses
I. 2 Tesalonicenses
J. 1 Timoteo
K. 2 Timoteo
L. Tito
M. Filemón
4. Epístolas generales
A. Hebreos
B. Santiago
C. 1 Pedro
D. 2 Pedro
E. 1 Juan
F. 2 Juan
G. 3 Juan
H. Judas
5. Profecía
A. Apocalipsis 


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