El
nacimiento y la infancia
Mateo 1—2; Lucas 1—2
1. La serie de
visiones. La historia del evangelio comienza con una serie de cuatro visiones.
a. La visión de
Zacarías.— Zacarías era un sacerdote anciano que había vivido de forma
irreprensible. Cuando estaba cumpliendo sus deberes en el templo, el ángel
Gabriel, el cual le había revelado a Daniel (Daniel 9.21–23) la venida del
Mesías, se le apareció, y le anunció que sus oraciones debían ser respondidas
con el nacimiento de un hijo a su esposa Elisabet. Como señal y sello de la
promesa, él debía quedar mudo hasta que la misma se cumpliera. b. Visión de
María.— Elisabet tenía una prima, María, del linaje de David. Ésta no estaba
casada, aunque ya desposada con un hombre llamado José. A ella le fue enviado el
mismo ángel con la buena nueva de que ella también, daría a luz un hijo: el
cual, al ser progenie del Espíritu Santo, había de ser llamado Hijo de Dios, y
sería el Salvador de los hombres. Abrumada con gozo, hizo un viaje desde su
casa en Nazaret, Galilea, hasta la montañosa Judá, para visitar a su prima. c.
Visión de José. — A su regreso a Nazaret, el gozo de María fue ensombrecido de
tristeza. Entre los judíos, el desposamiento era tan sagrado como el
matrimonio; y la aparente violación del vínculo que hiciera María, la exponía a
una muerte desgraciada. Pero una tercera visión iluminó a José con el sublime
valor de los eventos, y le añadió al hijo prometido, el nombre de Emanuel —Dios
con nosotros (cf. Mateo 1.23; Isaías 7.14).
2. El pesebre de
Belén. En el momento apropiado, ambas promesas se cumplieron. Conforme a la
dirección divina, el hijo de Zacarías y Elisabet fue llamado Juan. Unos pocos
meses después María dio a luz a su primogénito, y en armonía con la visión, lo
llamó Jesús —Salvador. He aquí, así como en muchas otras maneras, los planes
humanos entrelazados con el propósito divino. El Mesías había de nacer en Belén
(Miqueas 5.2). El hogar de María estaba en la distante Nazaret. Un edicto de
empadronamiento de Augusto César envió a José y a María a su nativa aldea de
Belén. Así como con la madre de Martín Lutero, los misterios de los dolores de
parto sorprendieron a María lejos de casa. La posada estaba abarrotada, y la
humilde pareja halló el cobijo que pudieron en un establo. Allí, mientras Augusto
se ocupaba en losplanes del vasto imperio, y Herodes conspiraba nuevas
villanías, y en el gran mundo todos estaban inmersos en sus propios gustos,
todos ignoraban el trascendental evento, el Hombre Divino había nacido.
3. La visión de los
pastores. La tierra ignoraba la venida de su rey; pero el cielo no podía
guardar silencio. Los ángeles trajeron las buenas nuevas, y cantaron su cántico
que decía “en la tierra paz”,1 no a reyes y cortes, no a orgullosos sacerdotes,
ni a pomposos fariseos, sino a humildes pastores, los cuales emprendieron
camino hacia aquella humilde cuna, y fueron los primeros de toda la tierra en
brindarle honras al redentor del mundo. Fueron los precursores y representantes
de la gente común, los cuales le oyeron “de buena gana”,2 y los cuales
constituyeron el grueso de sus discípulos.
4. El grupo del
templo. La circuncisión y la puesta de su nombre ocurrieron, conforme a la
costumbre judía, al octavo día. Al cabo de cuarenta días,María apareció en
Jerusalén, la cual estaba a seis millas de distancia, para hacer las ofrendas
requeridas en tales casos (Levítico 12). “El Señor del templo apareció en el
templo del Señor”. La evidente pobreza de ellos (cf. Lucas 2.24; Levítico 12.8)
era tal, que no atraerían
la mínima atención
del escriba y del fariseo de aquella espléndida corte. Pero aun allí, así como
en las colinas de Belén, había almas devotas que estaban abiertas a intuiciones
divinas y se emocionaban con el gozoso reconocimiento del Mesías por el cual
tanto tiempo habían esperado. 1 Lucas 2.14.2 Marcos 12.37.Dos de estas almas,
los ancianos Simeón y Ana, son mencionadas. Son los representantes del espíritu
profético que había ennoblecido a la nación hebrea, y fueron los primeros en
proclamar en público a Jesús como el Mesías.
5. La visita de los
magos. Pero los pastores y los espíritus proféticos de Israel no son los únicos
que se reúnen alrededor de la cuna del Bebé de Belén. Almas llenas de talento,
que se encontraban a una gran distancia, se emocionaron con la revelación. El
mundo pagano estaba representado en el círculo que le rindió homenajes al
Cristo. “Vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el
rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente,
y venimos a adorarle”.3 Las tradiciones acerca del nombre y la nacionalidad de
éstos, las especulaciones acerca de la naturaleza de la estrella y de la medida
del conocimiento de ellos, son todas inútiles. Pero sirven como representantes
de los vagos anhelos y la esperanza de un vasto mundo pagano que está allí, y
de una profecía del tiempo, cuando todo el paganismo habrá de unirse en amorosa
adoración a nuestro rey. 3 Mateo 2.1–2.
6. El edicto de Herodes y el viaje a Egipto.
Herodes se estaba hundiendo rápidamente en dolorosa enfermedad. Tenía toda la
razón de estar incómodo, pues su trono descansaba en las víctimas de sus celos
llenos de odio. La traición oculta se había esparcido por todo su reino. En tal
momento, para tal hombre, la búsqueda de los magos era como una daga clavada en
él. Pero ocultando el terror y los propósitos homicidas, le pidió a los magos
que le trajeran noticias, cuando hubieran encontrado al Niño. Éstos,
obedeciendo a la sugerencia divina, regresaron a casa por otro camino. Herodes
se ensañó salvajemente con los inocentes de Belén y sus vecindades. Pero nada
funcionó en contra de aquella Vida, sino hasta que éste estuvo preparado para
rendirla en sacrificio voluntario por el pecado. “Clavó su espada dentro del
nido, pero el pájaro había volado”. José, siempre atento a la dirección divina,
había escapado a Egipto, lejos de la jurisdicción de Herodes, pero siempre
dentro del círculo de una gran población judía. Herodes murió poco después de
esto. Pero José temía a Arquelao, el cual había sucedido en el trono a Herodes,
su padre, y había seguido con la misma política de éste en Judea. Fue por ello
que regresó a su hogar en Nazaret.
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