martes, 9 de marzo de 2010

15-La iglesia, El propósito eterno de Dios

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La iglesia, El propósito eterno de Dios
Eddie Cloer


Cuando los cimientos del templo eran puestos, esto fue lo que Zacarías dijo: “Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces…” (Zacarías 4.10). Él estaba advirtiendo al pueblo por no ver la importancia de este pequeño y humilde evento, el cual era, sin embargo, inusualmente importante. Así como el pueblo del tiempo de Zacarías, nosotros, algunas veces, no atinamos a apreciar el valor y la trascendente influencia de las cosas o expresiones pequeñas.


A menudo, una pequeña frase o breve designación de las Escrituras contiene un importante significado. Tome, por ejemplo, la frase “según las riquezas de su gracia”, la cual se encuentra en Efesios 1.7. Esta frase describe la clase de perdón de la cual Pablo escribe. Ella indica que si Dios fuera pobre en gracia, no podríamos esperar mucho perdón de su parte. No obstante, si él es rico en gracia, tal como esta frase lo expresa, podemos esperar perdón abundante, el cual hará más que llenar todas nuestras necesidades. Si un hombre pobre nos diera un regalo “según” su pobreza, no recibiríamos un gran regalo. Si un hombre rico nos diera un regalo “según” sus riquezas, recibiríamos un gran regalo, el cual sería en proporción a sus riquezas. Esta frase nos dice que el perdón de Dios es “según las riquezas de su gracia”. Dice que Dios, que es rico en gracia, es abundante en perdón. Es una frase inconspicua, pero qué gran pensamiento el que transmite.
Este recordatorio, acerca de la extraordinaria importancia que algunas veces tienen las pequeñas frases o descripciones del Nuevo Testamento, nos lleva a esta verdad: No debemos permitir que estas tres palabras —“el propósito eterno”— las cuales se encuentran en Efesios 3.11, escapen a nuestra atención en el estudio de la iglesia. Estas palabras tienen un poderoso y abarcador significado, en esta frase clave de la carta de Pablo a los efesios: “… conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3.11). Cualquier idea conectada con el “propósito eterno” de Dios exige un cuidadoso examen. Es la iglesia de nuestro Señor, la que está siendo retratada por Pablo en Efesios 3.10–11, como el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Tal vez son pocas las frases o descripciones que se encuentran en el Nuevo Testamento, que estén más llenas de significado que la designación “el propósito eterno” de Dios. Si la iglesia, tal como Pablo lo dice, es el cumplimiento del propósito eterno de Dios, entonces el significado de la iglesia difícilmente podrá ser sobreestimado. Cuando
Pablo describe a la iglesia, como la agencia por medio de la cual y a través de la cual, el propósito eterno de Dios es cumplido, él retrata una visión de la naturaleza de la iglesia, la cual debe ser abordada en cualquier estudio de ésta. Este aspecto de su naturaleza debe ser objeto de reflexión cuidadosa. ¿Qué nos dice la identificación de la iglesia como el cumplimiento del propósito eterno de Dios acerca de la naturaleza de la misma?

LA IGLESIA DECLARA SU DISEÑO

La comprensión del propósito de Dios en este mundo se gana cuando vemos a la iglesia como el cumplimiento del propósito eterno de Dios. La iglesia no es un apéndice ni un “agregado” al plan de Dios— es el plan mismo, la estructura principal de su plan.
La muerte de Cristo para la redención del pecador era conocida, y estaba preordenada, desde antes de la fundación del mundo. Esto fue lo que Pedro escribió: “… fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir,… no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo…” (1 Pedro 1.18–20). En el tiempo escogido por Dios, Jesús ofreció su vida y su cuerpo para hacernos hijos de Dios: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4.4–5). Esta adopción como hijos, el resultado final de la muerte de Jesús, ocurre en el cuerpo de Cristo o en la iglesia. Pablo, hablando de Jesús, dijo que Dios “nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1.4– 5; énfasis nuestro). En otras palabras, Dios eligió desde la fundación del mundo, que él adoptaría para ser sus hijos, y salvaría eternamente, a los que vengan a Cristo o a la iglesia y fielmente perseveren en su cuerpo. Cuando la iglesia es vista con esta luz, se ve como el plan o propósito de Dios para el mundo. R.C. Bell, un reconocido maestro de la Biblia, escribió en su obra Estudios en Efesios, lo siguiente: “De hecho, sería difícil para cualquiera que realmente comprenda la naturaleza de la salvación por la gracia, el descontar lo esencial que es la iglesia”.La iglesia no se representa en las Escrituras, como un resultado especial del plan de Dios para la salvación; se muestra como el plan en sí de Dios para la salvación, pues en el cuerpo de Cristo o sea, en la iglesia, somos adoptados por medio de la sangre de Jesús para ser sus hijos. La iglesia no está adherida al propósito eterno de Dios para el mundo, ella es tal propósito. Ya alguien dijo: “El propósito de la vida no es otro más que el buscar el camino en el que Dios está yendo y el ponerse a andar en esa dirección”. Si podemos identificar el propósito eterno de Dios —lo que es y la forma como él lo está cumpliendo, es obvio que tendremos en mente el camino en el que Dios está yendo y lo que él está buscando hacer en el mundo. Pablo afirma en Efesios 3.10–11 que la iglesia es el cumplimiento del propósito eterno de Dios y así, nos pone en el camino que debemos andar y la obra en la que debemos ocuparnos. Nuestras vidas sólo pueden alinearse con el propósito eterno de Dios, por medio de nuestra entrada a la iglesia, y en la fiel perseverancia en ella, y en el glorificar a Dios por medio de la misma.

LA IGLESIA SUGIERE SU IMPORTANCIA

Cuando vemos a la iglesia como la expresión del propósito eterno de Dios, entonces vemos la importancia de la misma. Si es verdad que la iglesia es el cumplimiento del propósito eterno de Dios, entonces ésta es extremadamente importante para Dios y para nosotros. El diseño o función de la iglesia no pueden comprenderse, ni apreciarse, estando separados de la cruz de Cristo.2 La cruz creó y sostiene a la iglesia. Pablo dijo que la iglesia fue comprada con la sangre de Cristo (Hechos 20.28). Dios, en su gran amor y misericordia, proveyó para nuestra salvación por medio de la muerte de Jesús (Efesios 2.4–5), pero Dios eligió hacer disponibles los beneficios de la muerte de Jesús, en el cuerpo de Cristo o la iglesia. Cuando entramos a su cuerpo, por lo tanto, somos bautizados en su muerte (Romanos 6.3); y cuando andamos en la luz, como lo hacen los miembros fieles de su cuerpo, somos limpiados continuamente del pecado por medio de su sangre (1 Juan 1.7). En consecuencia, la iglesia del Nuevo Testamento (en un sentido local) es un grupo de personas que han entrado al cuerpo espiritual de Cristo, por medio de la sangre de él, y están viviendo, trabajando, y adorando como ese cuerpo que son sostenidos y fortalecidos por el Espíritu de Dios y el poder de Cristo. La iglesia o el cuerpo espiritual de Cristo, así, funciona como el plan eterno de Dios que es para la salvación del mundo. Cualquiera que se encuentre fuera de la iglesia del Nuevo Testamento está fuera del propósito eterno de Dios, y cualquiera que se encuentre fuera de este propósito está fuera del verdadero plan de Dios para el mundo, y de la verdadera obra de Dios en el mundo. Esta verdad —de la importancia de la iglesia debido que es el propósito eterno de Dios— presupone, entonces, dos verdades claves: La primera es que Dios tiene una auténtica obra, la cual está actuando en el mundo. Es su obra y no la del hombre. Es una obra, la cual él planeó antes de la fundación del mundo, la ha nutrido, guiado, y bendecido durante la existencia del mundo. Es su obra escogida en un sentido muy particular, y Pablo la describe como el “propósito eterno” de Dios (Efesios 3.10). La segunda verdad es que la iglesia del Nuevo Testamento es el método, la encarnación, y el cumplimiento de la obra de Dios en el mundo. El propósito eterno de Dios se desempeña y se aplica en, y a través de la iglesia. El matrimonio ilustra esta verdad. Dios tiene un plan para la procreación y para la felicidad de la familia. ¿Cuál es ese plan? Es el matrimonio y el hogar. Podríamos tomar el matrimonio, como el propósito eterno de Dios para la felicidad de la familia. Al comienzo de la historia de la humanidad, Dios le hizo saber al hombre su plan para el hogar y la procreación. ¿Pueden los hijos ser traídos al mundo fuera del matrimonio? Sí. ¿Buscan las personas la felicidad y el consuelo fuera del matrimonio? Sí. Pero es obvio que cuando el matrimonio se pasa por alto, el plan de Dios para la procreación la felicidad de la familia, también es pasado por alto. No son muchas las personas pensantes que estarían de acuerdo con que lo mejor para el hijo y para los padres es traer hijos al mundo, fuera del matrimonio. Cuando el matrimonio y el hogar son ignorados, el plan de Dios para la sociedad y la felicidad personal es ignorado. El camino de Dios para el hogar no puede ser pasado por alto, sin que haya serias consecuencias.

Ahora apliquemos este razonamiento a la iglesia. La iglesia del Nuevo Testamento es el plan eterno de Dios para la salvación del mundo. Es el único plan de Dios. Suponga que ignoremos a la iglesia del Nuevo Testamento, el cumplimiento del propósito eterno de Dios. ¿Podemos tener actividad religiosa, fuera de la iglesia? Sí. ¿Podemos hacer buenas obras y maravillosos actos de bondad, fuera de la iglesia? Sí. Pero la pregunta que debemos hacernos es ésta: ¿Estamos cumpliendo el propósito eterno de Dios, fuera de la iglesia? La respuesta, según las Escrituras, es “No”.
¿Puede uno realmente hacer la voluntad de Dios estando fuera del propósito eterno de Dios? La respuesta es, una vez más, “No”.

Sólo en el cuerpo de Cristo —la iglesia del Nuevo Testamento— podemos nosotros experimentar el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Nadie debería estar satisfecho hasta que sea, fuera de toda duda, un miembro de la iglesia del Señor, pues mientras no se convierta en miembro de la iglesia del Señor, estará fuera del grandioso propósito y obra de Dios en el mundo.

LA IGLESIA PROCLAMA SU PERMANENCIA

El hecho de que la iglesia sea el cumplimiento del propósito eterno de Dios proclama la permanencia de la iglesia. La iglesia no es temporal sino hasta que algo mejor y más de acuerdo con las necesidades del hombre sea puesto en su lugar. No es un plan, mientras el plan no sea desempeñado. Es el propósito eterno de Dios, el método eterno de
Dios para la salvación del mundo. La iglesia es el plan de Dios para la era cristiana.
Esto fue lo que Pablo dijo: “… a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3.21). Fue establecida para que fuera el reino eterno de Dios (Daniel 2.44; Mateo 16.18), la expresión terrenal del reino eterno de los cielos, al cual entraremos en gloria (2 Pedro 1.11).

Fueron necesarios largos años de preparación para que Dios pudiera traer su reino espiritual, en la forma de la iglesia, al mundo. El primer vislumbre de un Mesías prometido parece ser Génesis 3.15, donde una victoria sobre Satanás parece ser aludida y profetizada. Más adelante, en la edad patriarcal, una distintiva promesa le fue hecha a Abraham, respecto del Mesías: “… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12.3; 13.15; Gálatas 3.16). La ley de Moisés fue insertada entre la promesa que Dios le hizo a Abraham y su cumplimiento de esa promesa en Cristo (Gálatas 3.19). Así, las eras patriarcal y mosaica proveyeron la necesaria preparación para la venida del
Mesías y el establecimiento de su reino. Durante su ministerio personal, Cristo estableció el fundamento para su reino por medio del entrenamiento de los doce apóstoles, su enseñanza, su ejemplo y su muerte y resurrección. El reino vino con poder el día de Pentecostés en Hechos 2 (Marcos 9.1; Hechos 1.8), cuando la iglesia fue establecida. Cuando uno ve a los cristianos como miembros del cuerpo de Cristo, ellos constituyen la iglesia; cuando uno ve a los cristianos como personas que se han rendido al reinado de Dios, ellos constituyen el reino de Dios. La iglesia o el cuerpo espiritual de Cristo, entonces, es el plan hacia el cual Dios trabajó a través de los años, antes de la era cristiana. Es su propósito eterno para el cual él ha planeado.

Sólo ahora, a través de la iglesia, según Pablo, es que pueden los ángeles ver el cumplimiento de toda la sabiduría y diseño de Dios, a través de los años. Esto es lo que él dice: “… para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Efesios 3.10). Un ángel puede mirar hacia abajo, al pueblo espiritual de Cristo, la iglesia, y decir: “Ya veo. Ya comprendo. Ahora me doy cuenta de lo que Dios ha estado tratando de lograr a través de los años. Ahora veo el cumplimiento de su propósito eterno”. Tal vez éste también sea el significado de las palabras inspiradas de Pedro acerca de los ángeles, cuando dijo: “A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1.12; énfasis nuestro).

En el cuerpo de Cristo nosotros estamos dentro del propósito eterno de Dios, un propósito el cual es el propósito último de Dios para la salvación del mundo y del cual veremos su cumplimiento final, cuando seamos recibidos en el reino eterno de los cielos en la eternidad. No debe maravillar que el escritor de Hebreos le llame a este reino un reino “inconmovible” (Hebreos 12.27).

CONCLUSIÓN

Según las Escrituras, la iglesia es el propósito eterno de Dios. Fue la intención llena de gracia de Dios el ofrecer la salvación al hombre a través del cuerpo espiritual de Cristo. Cuando se dio el establecimiento de la iglesia, el día de Pentecostés, en Hechos 2, esta intención fue cumplida. Como el cumplimiento del propósito eterno de Dios que es, la iglesia se ve como el diseño o plan de Dios para la salvación del mundo. En tal caso, su importancia y permanencia se pueden ver. Cualquiera que se encuentre fuera del cuerpo espiritual de Cristo, se encuentra fuera del propósito eterno de Dios. La entrada al cuerpo de Cristo debería ser de preocupación primordial para toda persona que piensa seriamente acerca de su vida y destino. Esto es lo que leemos: “De cierto, de cierto, te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3.5). “… así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,…” (Efesios 5.25–26).

Saúl versus Pablo
Saúl, en el Antiguo Testamento, vivió para sí mismo. Pablo vivió para Cristo. Para Saúl el morir fue vergüenza y tristeza. Para Pablo fue “ganancia” y “gloria”. ¡Ambos hombres se acercaron a la muerte con la palabra “He…”, en sus labios; pero ¡cuán diferente es el “He” de Saúl del de Pablo! El réquiem que desgarra el corazón del “He” de Saúl fue: “He sido un necio”. El canto de martirio de Pablo es: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona…”. Saúl, el cual vivió para sí mismo, echó su corona de sí. Pablo, el cual vivió para Cristo, ganó una corona la cual jamás perderá su brillo. ¡Que Dios nos ayude a leer, tomar nota, y aprender!

J. Sidlow Baxter
Mark These Men
(Tome nota de estos hombres)

¿Renunciar al mundo?

Un joven vino donde D.L. Moody y le dijo: “Sr. Moody, quiero ser cristiano; pero ¿debo renunciar al mundo?” Moody respondió como característicamente lo hacía: “Joven, si usted vive una consumada vida cristiana, el mundo renunciará a usted”.

El evangelio

Cuando se le preguntó a alguien “¿qué hacer con el evangelio?”, éste ha respondido bien al decir que deberíamos “conocerlo en la cabeza; almacenarlo en el corazón; mostrarlo en la vida; sembrarlo en el mundo”.

“Os saludan todas las iglesias de Cristo” (Romanos 16.16).

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