martes, 9 de marzo de 2010

08-Período de conquista, desde el 1451 al 1400 a.C.

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Período de conquista, desde el 1451 al 1400 a.C.
Desde el cruce del Jordán hasta la muerte de Josué
Josué 1—24


I. EL PASO DEL JORDÁN
1. El nuevo líder. Moisés dejó a Israel acampando al este del Jordán. Las victorias sobre Sihón y Og les habían conseguido la tierra plana al este del río. Canaán en sí, se extendía hacia el oeste del Jordán; era un terreno montañoso abarrotado de un pueblo guerrero que vivía en ciudades amuralladas. No era una tarea fácil, la que se les presentaba delante de ellos. Las grandes épocas requieren de grandes hombres. Israel jamás tuvo un segundo Moisés. Pero las nuevas ocasiones requieren de nuevos hombres. El Dios que dio a Moisés para la obra de la liberación y la organización, ahora da a Josué para la obra de la conquista y el asentamiento.

2. El Jordán dividido. Israel había venido al Mar Rojo con un poderoso enemigo persiguiéndolos por detrás. Llegaron al Jordán, habiendo poderosos enemigos que los enfrentaban. Aquí, así como en el mar, una señal milagrosa sirvió para inspirarlos con fe, tanto en Dios, como en el líder de ellos. Era el tiempo de la cosecha. Las nieves derretidas del Monte Líbano inundaban las tierras bajas del Jordán. No había barcas ni puentes. Pero, cuando los sacerdotes que cargaban el arca sagrada, pusieron su pie a la orilla del río, las aguas se dividieron e Israel marchó a través del lecho seco. Se erigieron dos memoriales de piedra, uno en el lecho del río, el otro en Gilgal, donde acamparon aquella noche.


3. El acampamiento en Gilgal. Aquí el rito de la circuncisión, el cual se omitió durante el tiempo que vagaron por el desierto, fue renovado, y el reclamo por su incredulidad y el castigo por ésta fueron eliminados; de aquí el nombre Gilgal. Aquí también, la pascua fue celebrada una vez más, tal como lo había sido la noche del éxodo. En aquel tiempo los egipcios fueron asombrados por la presencia del ángel de la muerte cuando éste pasó a través de la tierra; ahora eran los Canaanitas los que temblaban de temor detrás de las paredes de Jericó. Aquí también cesó el maná; y aquí o en otro Gilgal cerca de Betel, fue donde Israel se quedó acampando hasta que Canaán estuvo tan conquistada, como para poder ser repartida entre las tribus.

II. LA CAPTURA DE JERICÓ
Antes de cruzar el Jordán Josué había enviado espías a reconocer las fortalezas del enemigo. Una mujer de Jericó llamada Rahab, la cual tenía una firme fe en el futuro del pueblo de Dios, había escondido a los espías y se le había garantizado la seguridad de su hogar durante la captura de la ciudad. Durante el acampamiento en Gilgal Josué recibiósu comisión, tal como Moisés recibió la de él. Dios se le apareció, no obstante, no en la zarza ardiente, sino en una espada desenvainada, lo cual daba a entender la obra de la conquista. Pero que la obra había de ser de Dios y no del hombre, fue algo que quedó claro desde el comienzo en los medios escogidos para la captura de Jericó. Jericó se encontraba cerca del punto por el cual cruzaron el Jordán. Era la ruta de entrada a Canaán. No debía ser dejada atrás. Israel no tenía máquinas con las cuales demoler las murallas. Siguiendo el mandamiento de Dios marcharon alrededor, una vez al día, durante seis días seguidos, cargando el arca sagrada, y el sétimo día lo hicieron siete veces, cuando, con un sonido de sus trompetas y un poderoso grito, las murallas cayeron y Jericó era de ellos. Fue Jehová el que rompió el yugo de Egipto, abrió el camino a través del Mar Rojo, los alimentó y los dirigió en el desierto, les dio su ley y dividió para ellos el río Jordán. Y fue Jehová el que desposeyó a los corruptos canaanitas y cumplió su pacto con su pueblo al darles la tierra prometida.

III. LA CONQUISTA DE CANAÁN CENTRAL
1. La captura de Hai. Hai era la clave para la entrada a Canaán Central. Israel fue derrotada al primer ataque. La causa se encontró en el pecado de Acán, quien se había apropiado de un lingote de oro, algún dinero de plata y un manto babilónico, de los despojos de Jericó. No era el momento para la codicia egoísta;
y Acán hizo expiación por su pecado con su vida. Un segundo ataque les dio Hai y todo Canaán Central a Israel.

2. La Asamblea en Siquem. Israel se encuentra ahora en el corazón de la tierra. Las huellas de los patriarcas están por todo lado alrededor de ellos. En Siquem fue donde Abraham, al comienzo, estableció su tienda y levantó su altar. En Betel, no muy lejos, el fugitivo Jacob había tenido su visión y erigido su memorial. En Siquem, él había permanecido después de su regreso del exilio, y había sepultado las reliquias de idolatría que su familia había traído de Mesopotamia. Y ahora, por ese divino poder, el pacto divino se había cumplido, tiene sentido que haya una solemne renovación y memorial del pacto. De allí que, según las directrices dadas por Moisés anteriormente
(Deuteronomio 27), se llevara a cabo una solemne asamblea en Siquem. Siquem está situada en un estrecho valle con el Monte Ebal por el norte y el
Monte Gerizim por el sur. En el valle que había en medio de estos dos montes se situaron los levitas. Cuando éstos pronunciaban las bendiciones por la obediencia, seis de las tribus situadas sobre Gerizim respondieron con un “Amén”, cuando los levitas pronunciaron las maldiciones por la desobediencia, las otras seis tribus gritaron su
“Amén” desde Ebal. Luego se erigió un memorial con la ley inscrita en él, y una fiesta de sacrificios se celebró.

IV. CONFEDERACIÓN Y CONQUISTA DEL SUR
1. Su alianza con los gabaonitas. Durante los años de la conquista el principal campamento de Israel parece haber estado en Gilgal, la cual se situaba en Canaán Central. Poco después de la caída de Hai, unos mensajeros de Gabaón, una ciudad que se encontraba justo al sur de Hai, vinieron a Josué alegando que eran de una tierra lejana, y le propusieron una alianza en la cual se les aseguraba su propia preservación a aquéllos. Josué estuvo de acuerdo. Cuando se dio cuenta del engaño, tomó la sagrada decisión de cumplir el pacto de no destruirlos, pero los convirtió en “leñadores y aguadores” para los israelitas.

2. La batalla de Bet-horón. La alianza con Gabaón hizo que las ciudades de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón, las cuales se encontraban al sur, formaran una alianza defensiva y ofensiva. Atacaron Gabaón, la cual apeló a la ayuda de Josué. Éste marchó durante la noche, y los derrotó en la gran batalla de Bet-Horón. Ese día fue el famoso “día largo” en el cual, según un antiguo poema (Josué 10.12–13), el sol y la luna se detuvieron a la palabra de Josué.

V. CONFEDERACIÓN Y CONQUISTA DEL NORTE
Otro esfuerzo más, combinado, fue hecho por los canaanitas. Jabín, un poderoso jefe de Hazor, la cual se encontraba al norte, encabezó una confederación, la cual Josué derrotó junto a las aguas de Merom. Esto acabó con la resistencia combinada. La lucha se redujo a insignificantes pulsos en los que las diferentes tribus completaron la conquista en detalle. Esta obra no se hizo con la minuciosidad que Dios ordenó, y que era tan esencial para el propósito de su vida como nación. El peligro de ellos estuvo en las alianzas de amistad y los matrimonios mixtos. La única seguridad de ellos, y de la religión pura, estaba en el completo aislamiento. El no expeler a los Canaanitas es la clave para las condiciones del siguiente período.

VI. REPARTICIÓN DE LA TIERRAY MUERTE DE JOSUÉ
1. Repartición de la tierra. Cuando hubo reducido la resistencia a la incapacidad, Josué procedió a repartir la tierra por suerte entre las doce tribus. En la repartición de la tierra, los levitas no fueron contados como una tribu, pero recibieron cuarenta y ocho ciudades que estaban distribuidas por todo Canaán. Entre éstas estuvieron las seis ciudades de refugio: Golán, Ramot de Galaad y Beser al este del Jordán, y Cedes, Siquem y Hebrón al oeste del mismo río. Jacob había adoptado a los dos hijos de José, Efraín y
Manasés, como propios, conformando así doce tribus sin incluir a Leví. Éstas son: Rubén, Simón, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Efraín, Manasés y Benjamín.

2. Despedida y muerte de Josué. Josué sobrevivió a la generación que presenció las maravillas hechas en Egipto y junto al Mar Rojo. Con la excepción de Caleb y de Josué, todos ellos cayeron en el desierto, mientras que éste vivió hasta los ciento diez años. Leal a Jehová y al pacto, hasta el último momento, una vez más convoca a una solemne asamblea de las tribus en la histórica Siquem. Allí revisa la historia de ellos, y les advierte de los peligros de la las nobles palabras con las cuales busca que se apostasía. “Escogeos hoy a quién sirváis,… pero consagren ellos y su casa, nuevamente, al servicio yo y mi casa serviremos a Jehová”,1 tales fueron a Dios. Después de erigir un memorial de piedra para recordar esta renovación del pacto nacional, despide a la asamblea y es pronto reunido con sus Padres.

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