miércoles, 3 de junio de 2009

SALMOS

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El Libro de los salmos (en hebreo תְּהִילִים, Tehilim, "Alabanzas") es un libro de poesía religiosa hebrea que forma parte del Tanaj judío y del Antiguo Testamento cristiano. Está incluido entre los llamados Libros Sapienciales. También se le conoce como Alabanzas o Salterio. Suele encontrarse entre los libros de Job y Proverbios.
Las poesías de estilo salmódico son muy abundantes en las tradiciones literarias sumeria, asiria y babilónica desde la más remota antigüedad. Estas culturas empleaban sobre todo salmos en forma de himnos o lamentaciones.

Muchos himnos religiosos egipcios (especialmente el "Himno a Atón"), inspiraron en forma directa diferentes salmos, cuyo ejemplo más evidente es el Salmo 104 (ver referencias).

La cultura cananea influyó sobre los salmos y probablemente también sobre el resto de la literatura hebrea. El rey David, que según la Biblia era poeta (no poseemos ninguna otra biografía suya) perfeccionó la organización litúrgica y aplicó un poderoso impulso a la poesía salmódica hasta alcanzar la gran variedad y calidad de los poemas reunidos en este libro.

Durante el período de la dominación persa los salmos están en pleno apogeo y se van diversificando en multitud de estilos y géneros diferentes: himnos, imágenes mesiánicas, lamentaciones individuales o grupales, escatología, súplicas a Dios confiando en recibir una respuesta, textos didácticos que recuerdan importantes episodios históricos, cánticos de acción de gracias de personas individuales o de la nación entera, etc.




Una de las principales dificultades que aparecen a la hora de interpretar los Salmos proviene de las cualidades de la poesía hebrea que, a su vez, es expresión del ánimo peculiar del pueblo israelita, más intuitivo y sensible que el griego.[1] La poesía hebrea se caracteriza por su concisión y carácter elíptico. Las ideas son fijadas con pocas palabras,[2] dejando implícitas muchas relaciones. Se renuncia a completar los nexos entre las ideas[3] para que las palabras sueltas encuentren en el oyente lo que el poeta no consignó en el texto. Si a eso se añade que por lo general la poesía hebrea es breve,[4] el trabajo exegético se dificulta mucho[5] pues no existe la posibilidad de confrontar el texto en estudio con otros y elaborar por este medio una explicacion conjunta que ilumine el detalle.

Si los poemas fueran más extensos... las distintas partes se iluminarían... y ayudarían a comprender el conjunto del poema. (Gunkel 1933:18)
La brevedad y la elipsis de los poemas hebreos eran completados en su época gracias a un contexto histórico y social que compartían el poeta y sus contemporáneos. El desconocimiento de ese contexto esconde actualmente el sentido real del poema y deja paso a toda clase de especulaciones.

En la Biblia Hebraica se encuentra al inicio de la tercera sección llamada ketubim (escritos). En la versión de los LXX encabeza también la sección de libros llamados didácticos. En cambio, las versiones latinas lo han puesto desde siempre tras el libro de Job.

La Biblia hebrea lo denomina tehillim o sefer tehillim, forma plural del nombre tehillah que significa himno o alabanza. También usa al inicio de 57 salmos la palabra mizmor que se emplea para hablar de un poema que se canta y es acompañado por instrumentos de cuerda.

La versión de los LXX los llama ψαλμοι o βιβλος ψαλμων[7] aunque el Código Alejandrino use la expresión psalterion, que es el nombre del instrumento de cuerdas con que los oficiantes judíos acompañaban los cánticos de alabanza a Yahveh o Jehová. Por extensión, más tarde el término se aplicó a la colección de himnos y finalmente al libro que la contuvo.

La Biblia latina usa las dos formas: psalterium y liber psalmorum. De ahí que en castellano se conserven ambas posibilidades.
Al parecer se trataba de una recolección oficial de cantos usados en la liturgia y que se empleaban en Jerusalén en el período del segundo templo. Son 150 salmos en total.[8] Ahora bien, existen diferencias en cuanto a la división. Todas las versiones comprenden exactamente 150 salmos. El problema se suscita al comparar las versiones hebreas con la Septuaginta y la Vulgata. Así se pueden observar discrepancias en la numeración y división de algunos salmos. Si bien estas divergencias se refieren siempre a casos puntuales y particulares, inevitablemente repercuten en la numeración general.

La numeración que les otorga el texto hebreo sólo se corresponde con los LXX y la Vulgata en los 8 primeros salmos y en los 3 últimos. La Biblia griega fusiona los salmos 9 y 10 en uno solo, y hace lo mismo con el 113 y 114. De manera inversa, divide en dos el 116, llamando a las partes resultantes 114 y 115 y de la división del 147 hace los salmos 146 y 147.

Como regla mnemotécnica, puede decirse que entre los salmos 10 y 148, la numeración de la Septuaginta y la Vulgata es igual a la numeración hebrea menos 1. Usualmente, sin embargo, cuando se habla del Salmo n, sin dar mayores explicaciones, se está refiriendo a la numeración original hebrea.

Los salmos aparecen en el original hebreo agrupados en cinco libros o colecciones, separados por doxologías que aparecen al final de los salmos 41, 72, 89, 106 y 150. Este último consiste todo él en una doxología. . La primera mención a la recolección que de alguna manera permite datarla se encuentra en el prólogo a una traducción del Eclesiástico que se escribió hacia el 117 a. C. donde se indica que el libro de los Salmos ya formaba parte de la Biblia hebrea a inicios del siglo II a. C.

El libro de salmos se compone, en realidad, de 5 colecciones de cánticos que el antiguo pueblo de Israel empleaba en su adoración. Gran parte de éstos están encabezados por anotaciones referidas al autor, su forma o el contexto en el que se escribieron (los llamados "títulos"). Muchos de ellos emplean un orden alfabético. Las subdivisiones serían las siguientes, separadas cada parte por una doxología:

Salmos 1 al 41
Salmos 42 al 72
Salmos 73 al 89
Salmos 90 a 106
Salmos 107 a 150
Sin embargo, hay salmos duplicados (como por ejemplo el 14 que se encuentra en el 54).[9] Otro aspecto que hace pensar en la diversidad de autores y momentos o en la existencia de otras colecciones anteriores es la falta de homogeneidad en el uso de palabras como Yahveh o Elohim, ya que se considera habitualmente que los salmos que usan Elohim para referirse a Dios son más antiguos que los yahvistas.

La mayoría de los salmos contienen un encabezado a modo de título. La versión de los LXX incluye más que el texto masorético.[10] La versión hebrea da como autor de 73 salmos a David y la LXX 84.

Se usan algunas expresiones para dar a entender el tipo de salmo:

mizmor (salmo) en 57 ocasiones.
sir (cantos) en 30 ocasiones.
tefillah (oraciones) en 3 ocasiones.
tehillah (himnos) en 1 ocasión.
miktam (traducido como “poema para inscripción”[11] ) en 6 ocasiones como por ejemplo en los salmos 16, 56-60).
maskil (trozo hecho con arte) en 13 ocasiones (salmos 32, 42, 44, 45, 52-55, 74, 78, 88, 89 y 142)
siggayon (lamentación) en 1 ocasión.
Se llama lamed auctoris a una indicación que ofrece información sobre el creador del salmo o su dedicatoria. Recientemente se ha puesto en duda su pertenencia original al salmo debido a la cantidad de variantes que presenta.[12]

En los títulos se ofrecen también datos sobre los instrumentos a emplear o de acompañamiento o incluso de uso de melodías conocidas: de cuerda, voces de soprano, tonadas del “no destruyas”. Hay indicaciones e incluso palabras que no han logrado ser dilucidadas con certeza como la expresión selah (interludio en la LXX y “siempre” en la Vulgata de Jerónimo...). En los salmos 8, 81 y 84 hallamos el vocablo hebreo gui·tit, empleado, en el antiguo Israel, en la composición. La expresión se·mi·nit se cree que indica una disminución de una 8ª. Finalmente, en el salmo 5 hayamos la neji‧lóhth, de significado incierto y que probablemente derive de ja‧líl o "flauta en hebreo.

Hay también en los títulos algunas indicaciones sobre el momento en que se debían usar: sea en peregrinaciones, sea para la celebración de la dedicación del templo o para el sábado, entre otros.

Finalmente, algunos salmos incluyen en los títulos una explicación del momento en el que supuestamente se habría compuesto el salmo: la huida de David ante Saúl, el arrepentimiento tras la muerte de Urías, la guerra con Absalón, etc.

Un buen número de Padres de la Iglesia se manifiestan a favor de considerar también como inspirados estos textos de los títulos de los salmos debido a que, según opinan, serían obra del mismo autor. Pero también muchos la discuten no solo su origen sino también su veracidad. Actualmente la mayor parte de los exegetas niega su carácter canónico.

El texto original de los Salmos estaba en hebreo. Los manuscritos más antiguos con los que se cuenta y que están en esta lengua son de fines del siglo X aunque los fragmentos que se encontraron en Qumram sean de mediados del siglo I. Dado que se trataba de un texto muy usado con fines litúrgicos, sufrió diversas transformaciones y cambios que hacen muy difícil descubrir el texto hebreo que fue la fuente de las traducciones más antiguas con que se cuenta. Esto se puede comprobar si se comparan textos duplicados como el del Salmo 18 con 2Samuel 33 o el Salmo 14 con el 53. Si a esto se añade el hecho de que el período de composición de todos ellos va de seis a ocho siglos.

Aun cuando se encontraron en Qumram diversos textos e incluso, en algunos casos, variantes de un mismo salmo, el más importante es el rótulo de cuero 11QPs con 41 salmos: 7 apócrifos (con el himno que se menciona en Sab 51, 13-20 y el Salmo 151 que aparece también en la Septuaginta) y los últimos 33 salmos del salterio canónico.


Traducciones [editar]Se habla de una especie de grupos de salmos dentro del salterio o incluso de “salterios dentro del salterio” y es que todas las técnicas de crítica textual se han usado en los textos de los Salmos.[14] A continuación se enumeran diversas traducciones:

Septuaginta. Según la mayoría de los críticos, la traducción es de mala calidad pero es la más antigua (fines del siglo II a. C.). De hecho, Beaucamp afirma:
Las divergencias señaladas entre el texto griego de los LXX y el del texto masorético parecen debidas al traductor y al original hebraico usado. Por entonces el salterio hebraico era idéntico al que poseemos hoy, pero todavía había inseguridades en los detalles

DBS 201
A pesar de sus incorrecciones tanto en la traducción como en el mismo griego, se usa para tratar de dilucidar el texto hebreo que le sirvió de base.[15] Fue recensionada por Luciano y por Hesiquio.

Otras versiones en griego. Según Jerónimo hubo también otras versiones griegas que usó para su texto latino. Una llamada “de Áquila” (realizada a inicios del siglo II) y la de Símaco (hacia el año 200).
Pesitta o versión siriaca común. Existe ya una versión crítica preparada por W.E. Barnes.[16]
El Tárgum es la versión en arameo que también resulta útil para descubrir la versión original o fuente hebrea. Se caracteriza por la cantidad de comentarios que se añaden al texto.
Versiones latinas. Tres son obra de Jerónimo. Una a partir de la Vetus latina (que a su vez es traducción de la Septuaginta). La segunda fue hecha en Palestina y en realidad es una revisión de la anterior que se conoce como Salterio Gallicano (fue adoptada en las Galias) y tras la aprobación papal en 1568 entró también en el salterio. La tercera fue compuesta entre el 390 y el 405 a partir de un texto en hebreo (de ahí su nombre de Psalterium iuxta hebraeos). La nueva Vulgata de 1979 hace otra traducción que además unifica la numeración con la hebraica.

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