jueves, 3 de septiembre de 2009

El joven de Dios

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EL JOVEN DE DIOS

“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos la arrebatan” (Mt. 11:12).

A pesar de la ley del menor esfuerzo que regula las actividades de las mayorías, y que ha venido a ser tan perjudicial para estas últimas generaciones; existe en los creyentes sobre todo en los jóvenes, un sentimiento de insatisfacción y una aspiración por causas más altas y grandiosas.


A la juventud cristiana no le satisface lo fácil y trivial, porque a su espíritu hablan, con fuerza y elocuencia, los retos de una vida abundante y superior. Esto hace que despierten las grandes fuentes de energía que duermen en su espíritu.

¿Tú, amado joven, has sentido esto? Sí tu respuesta es afirmativa entonces tú eres de aquellos que han comprendido el espíritu de su vocación, los que responden al llamado de la conciencia frente a la actual crisis de valores.

Se necesitan soldados osados y valientes, que quieran ser disciplinados por su capitán, Cristo Jesús.

Porque rumbos, bastante olvidados, son señalados a la nueva generación de jóvenes cristianos: "Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma" (Jer. 6:16).

Hay un cristianismo estático que se acomoda a la masa indiferente y a las debilidades de la presente civilización; que no despierta las fuentes de la vitalidad espiritual, y que no muestra rasgos de consagración. Este es un cristianismo que padece la enfermedad del sueño.

¿Este cristianismo será acaso adecuado para propagar los indecibles sacrificios del Hijo de Dios? Rotundamente no. El cristianismo verdadero alcanza las más profundas raíces del ser, es esencialmente vital y dinámico, es una unión con Dios que trae nuevas energías NI nuevo sentido a la existencia. En esa línea de ideas, Alejandro Vinet, gran pensador religioso, escribió: "El cristianismo es la eterna juventud del genero humano".

Amado joven: ¿Somos amantes de la sabiduría evangélica o verdaderos soldados de Jesucristo?

El soldado de Cristo es valiente, no teme al peligro, se enfrenta al sarcasmo y burla de los que le rodean; es atrevido para abrir brecha en los caminos más inexplorados a fin de llevar luz a los perdidos; con fe determinación, aun en la persecución que pudiera desatarse, sigue adelante. No hay duda, se necesita valor para seguir a Cristo.

¿Tú, amado joven, quieres ser soldado de Jesucristo? ¡Te felicito, si tu respuesta es afirmativa! Es la mejor decisión de tu vida; pero es necesario que recuerdes que todo cuanto se demanda en el reino de Cristo, se acepta con un espíritu absolutamente espontáneo, sobre la base de una completa y sincera libertad de sus seguidores. El Señor Jesús dijo: "¿Queréis acaso iros también vosotros?" (Jn. 6:67).

Y otra vez, entristecido por ver rechazadas las oportunidades que el Padre ofrece por medio de Él, dice: "y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Jn. 5-40).

Al formular su invitación, el Señor siempre mantendrá el respeto más sagrado hacia la libre voluntad y decisión de cada uno. Y porque esas decisiones son para el reino de Dios, deben encarar rumbos definidos, con todos los gloriosos peligros y aflicciones que puedan sobrevenir.

Solo de esta manera puede haber una renuncia heroica e integral al pecado. ¡Qué mundo de luchas, agonías y conquistas se resumen aquí! "El camino es estrecho".

"Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mt. 7:13-14). Esta es la invitación repulsiva más hermosa para los dispuestos a aceptar con humildad las condiciones reclamadas. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).

Esto exige la muerte del “yo”, de tal forma, que los privilegios sociales y los valores humanos se anulan frente a la soberanía de Cristo. Es así como comprender la fuerza estimulante de aquella expresión admirable de Cristo: “El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos la arrebatan”. Apoderarse de ese nuevo régimen espiritual, es tener una santa audacia, es reconocer la valentía de los que realizan un acto fe, en la confirmación y entrega una nueva consagración que no conoce limites.
Amado joven: ¿Quieres aceptar el reto?

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).
Diadelfa García de Ocampo

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