sábado, 6 de junio de 2009

ACAB

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ACAB
Los reyes de Israel, tanto buenos como malos, tenían profetas enviados por Dios para aconsejarlos, enfrentarlos y ayudarlos. El rey David tuvo un gran amigo en la persona del profeta de Dios, Natán; Acab pudo haber tenido igualmente un amigo en Elías.

Pero si bien David escuchó a Natán, y estuvo dispuesto a arrepentirse de sus pecados, Acab vio a Elías como enemigo. ¿Por qué? Porque Elías siempre le traía malas nuevas. Pero Acab se negó a reconocer que era su constante desobediencia a Dios y su persistente idolatría lo que había acarreado el mal a la nación y no las profecías de Elías. Culpó a Elías por llevar las profecías de juicio, en vez de aceptar su consejo y volverse de sus malos caminos.
Acab quedó atrapado por sus propias decisiones y no estuvo dispuesto a tomar la acción correcta. Como rey, era responsable ante Dios y su profeta Elías, pero estaba casado con una mujer malvada que lo incitó a la idolatría. Era un hombre infantil que rezongaba durante días si no podía salirse con la suya. Aceptó el consejo de su malvada esposa, escuchó sólo a los «profetas» que le traían buenas nuevas, y se rodeó de gente que lo animaba a hacer lo que quería. Pero el valor del consejo no puede ser juzgado por el número de personas que estén a favor o en contra. Acab decidió con firmeza seguir la opinión de la mayoría que lo rodeaba, y eso lo llevó a la muerte.
Puede parecer agradable tener a alguien que nos anime a hacer lo que queremos, porque el consejo que va en contra de nuestros deseos es difícil de aceptar. Sin embargo, nuestras decisiones deben estar basadas en la calidad del consejo, no en la opinión de la mayoría de nuestros amigos. Dios nos alienta a obtener consejos de gente sabia, ¿pero cómo podemos evaluar el consejo que recibimos? El consejo que va de acuerdo con la Palabra de Dios es confiable. Siempre debemos separar el consejo de nuestros propios deseos, de la opinión de la mayoría o de cualquier cosa que parezca «mejor» a nuestra perspectiva limitada, y enfrentarlo a los mandatos de Dios. Nunca nos llevará a que hagamos lo que está prohibido en su Palabra. No debemos actuar como Acab, sino que debemos confiar en consejeros santos y tener el valor de levantarnos en contra de aquellos que quisieran hacernos ir en contra de los mandatos de Dios.
Puntos fuertes y logros:
• Octavo rey de Israel
• Líder capaz y estratega militar
Debilidades y errores:
• El rey más malvado de Israel
• Se casó con Jezabel, una mujer pagana, y permitió que promoviera la adoración a
Baal
• Se encaprichó por no poder apropiarse de un pedazo de tierra, por eso su esposa mandó matar a su dueño Nabot.
• Estaba acostumbrado a salirse con la suya, y se deprimía cuando no lo lograba
Lecciones de su vida:
• La elección de la pareja tendrá un efecto significativo en la vida: en lo físico, espiritual y emocional
• El egoísmo, si no se lo controla, puede llevar a una gran maldad
Datos generales:
• Dónde: Reino del norte de Israel
• Ocupación: Rey
• Familiares: Esposa: Jezabel. Padre: Omri. Hijos: Ocozías, Joram
• Contemporáneos: Elías, Nabot, Jehú, Ben-adad y Josafat
Versículos clave:
«Y Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes que él[...] y tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel» (1 Reyes 16.30–33)
La historia de Acab se relata en 1 Reyes 16.28–22.40. Además se menciona en 2 Crónicas 18–22; Miqueas 6.16.

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