jueves, 3 de septiembre de 2009

EL SUEÑO DE UN ADOLESCENTE

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EL SUEÑO DE UN ADOLESCENTE

Hermanos, le doy muchas gracias a Dios por haberme permitido acabar tres largos años de secundaria y también porque Él me dio un buen lugar para seguir estudiando la educación media superior. En estos primeros días de clase en la escuela me he dado cuenta de que las actividades que hacemos son muy didácticas: los maestros nos preguntan cosas interesantes que nos hacen pensar, nosotros contestamos, a veces con mucho trabajo, pero con interés. Hay maestros que organizan debates y exposiciones por parte de nosotros y nos animan para que hagamos nuestro mejor esfuerzo. Otros maestros nos dan a leer libros interesantes, algunos hasta inquietantes porque cuestionan aspectos importantes de nuestra fe en Dios. El caso es que ellos impulsan nuestro desarrollo, nos dan oportunidades para aprender por nuestra cuenta y crecer.

Esto me ha llevado a meditar y pensar: ¿Qué pasaría si esas formas didácticas se aplicaran en la Escuela Dominical? Por ejemplo, a los secundarios e intermedios nos gusta mucho participar y saber que nos toman en cuenta como gente pensante.

No quiero que la enseñanza del Señor Jesús se vea afectada por las actividades, ¡no!, sino que hay que mantener la enseñanza lo más pura: “Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo, no se apartará de él.” (Proverbios 22:6).

Para nada me gustaría que se dejara de enseñar todo conforme a la Biblia, sino que la misma Biblia enseña en el Salmo 115: 105: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.” En esta porción bíblica, Dios nos muestra que Su Palabra es única para enseñar en el camino de Dios.

Lo único que, a mi manera de ver, falta en nuestra Escuela Dominical, es actividad para aprender; así nos damos cuenta más rápidamente qué es lo que se nos quiere decir y lo aprendemos con nuestro propio esfuerzo y trabajo.

Una cosa que creo que se debe hacer es resolver los ejercicios que vienen en el Temario. Me hace sentir mal que acabemos el trimestre con el cuadernillo limpio. Como los ejercicios allí son pocos, nuestros instructores nos pueden llevar muchas actividades que nos hagan interesarnos y excavar más en la Biblia. Me parece que así habrá un poco de más actividades didácticas en la clase.

Lo que también puede ayudarnos es que en cada punto nos hagan preguntas interesantes, que nos hagan pensar. Pero que se usen tarjetas de colores u otros materiales y que nos dejen poner las respuestas en el pizarrón o en tarjetas vacías. Así, cuando los secundarios pasemos al frente, daremos nuestras respuestas en voz alta y luego pasaremos a nuestro lugar. Pero si no damos bien la respuesta, podemos seguir buscando en las pistas que nos dé el instructor hasta encontrar las respuestas correctas. Pueden darnos 3 oportunidades y el equipo que tenga más puntos, aparte de aumentar sus conocimientos bíblicos o doctrinales, recibirá un aplauso o algo así.

Otra de las cosas que también se sale ganando con las actividades de aprendizaje es que así ya no vamos tan desganados a la clase. A las clases de la Escuela Dominical yo las veo como un simulador, de ésos que hay en las plazas comerciales. Antes de subirte al simulador te dan unas recomendaciones para que ganes en el juego; ya depende de ti si lo quieres hacer, si no haces caso, generalmente sales perdiendo. En la clase de la Escuela Dominical el instructor te da las instrucciones para salir ganador en esta vida y entrar en el reino de los cielos; depende de cada uno de nosotros si las seguimos o no. Pero si desde el principio no entendemos las instrucciones, o nos las dan de una forma que lo que menos se antoja es hacerlas… bueno, ahí uno ve las consecuencias.

Son las palabras de un adolescente que los aprecia.
Alejandro Juárez Hernández
2007 - 2

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El joven de Dios

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EL JOVEN DE DIOS

“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos la arrebatan” (Mt. 11:12).

A pesar de la ley del menor esfuerzo que regula las actividades de las mayorías, y que ha venido a ser tan perjudicial para estas últimas generaciones; existe en los creyentes sobre todo en los jóvenes, un sentimiento de insatisfacción y una aspiración por causas más altas y grandiosas.


A la juventud cristiana no le satisface lo fácil y trivial, porque a su espíritu hablan, con fuerza y elocuencia, los retos de una vida abundante y superior. Esto hace que despierten las grandes fuentes de energía que duermen en su espíritu.

¿Tú, amado joven, has sentido esto? Sí tu respuesta es afirmativa entonces tú eres de aquellos que han comprendido el espíritu de su vocación, los que responden al llamado de la conciencia frente a la actual crisis de valores.

Se necesitan soldados osados y valientes, que quieran ser disciplinados por su capitán, Cristo Jesús.

Porque rumbos, bastante olvidados, son señalados a la nueva generación de jóvenes cristianos: "Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma" (Jer. 6:16).

Hay un cristianismo estático que se acomoda a la masa indiferente y a las debilidades de la presente civilización; que no despierta las fuentes de la vitalidad espiritual, y que no muestra rasgos de consagración. Este es un cristianismo que padece la enfermedad del sueño.

¿Este cristianismo será acaso adecuado para propagar los indecibles sacrificios del Hijo de Dios? Rotundamente no. El cristianismo verdadero alcanza las más profundas raíces del ser, es esencialmente vital y dinámico, es una unión con Dios que trae nuevas energías NI nuevo sentido a la existencia. En esa línea de ideas, Alejandro Vinet, gran pensador religioso, escribió: "El cristianismo es la eterna juventud del genero humano".

Amado joven: ¿Somos amantes de la sabiduría evangélica o verdaderos soldados de Jesucristo?

El soldado de Cristo es valiente, no teme al peligro, se enfrenta al sarcasmo y burla de los que le rodean; es atrevido para abrir brecha en los caminos más inexplorados a fin de llevar luz a los perdidos; con fe determinación, aun en la persecución que pudiera desatarse, sigue adelante. No hay duda, se necesita valor para seguir a Cristo.

¿Tú, amado joven, quieres ser soldado de Jesucristo? ¡Te felicito, si tu respuesta es afirmativa! Es la mejor decisión de tu vida; pero es necesario que recuerdes que todo cuanto se demanda en el reino de Cristo, se acepta con un espíritu absolutamente espontáneo, sobre la base de una completa y sincera libertad de sus seguidores. El Señor Jesús dijo: "¿Queréis acaso iros también vosotros?" (Jn. 6:67).

Y otra vez, entristecido por ver rechazadas las oportunidades que el Padre ofrece por medio de Él, dice: "y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Jn. 5-40).

Al formular su invitación, el Señor siempre mantendrá el respeto más sagrado hacia la libre voluntad y decisión de cada uno. Y porque esas decisiones son para el reino de Dios, deben encarar rumbos definidos, con todos los gloriosos peligros y aflicciones que puedan sobrevenir.

Solo de esta manera puede haber una renuncia heroica e integral al pecado. ¡Qué mundo de luchas, agonías y conquistas se resumen aquí! "El camino es estrecho".

"Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mt. 7:13-14). Esta es la invitación repulsiva más hermosa para los dispuestos a aceptar con humildad las condiciones reclamadas. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).

Esto exige la muerte del “yo”, de tal forma, que los privilegios sociales y los valores humanos se anulan frente a la soberanía de Cristo. Es así como comprender la fuerza estimulante de aquella expresión admirable de Cristo: “El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos la arrebatan”. Apoderarse de ese nuevo régimen espiritual, es tener una santa audacia, es reconocer la valentía de los que realizan un acto fe, en la confirmación y entrega una nueva consagración que no conoce limites.
Amado joven: ¿Quieres aceptar el reto?

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).
Diadelfa García de Ocampo

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